DANA. EL DANO A LA VIVIENDA Y AL ALCANTARILLADO

La Comunidad Valenciana después de la inundación, un caso entre muchos: Don Vicente y la zona del parque Alcosa en Alfafar.

La vida tan comunitaria y el placer de compartir y vivir mucho en la calle, típicos de la cultura española, siempre se han beneficiado del estilo constructivo de los edificios con viviendas puerta a la calle. La Comunidad Valenciana no es excepción, de allí que las lluvias torrenciales y la riada sin precedentes hayan golpeado de manera aún más trágica la zona de l’Horta Sud. Vicente, uno de los tantos vecinos que vive en este tipo de apartamentos, concretamente en Alfafar justo enfrente del Parque Alcosa, enseña su casa tres semanas después del desastre. Las ventanas de su apartamento dan a la vereda de la Avenida Torrent, a quizás un metro de altura o poco más. El suyo es un típico bajo, solo un par de peldaños separan la entrada del edificio de la puerta de su casa. Los primeros días de noviembre enfrente de su casa habían muchos coches apilados y atrapados entre árboles y barro; los cuerpos del estado y la EMT (Empresa Municipal de Transportes de Madrid) los estuvieron retirando y el parque quedó diáfano, con pura tierra. En su apartamento las marcas que indican a que altura llegó el agua ojean en todas las habitaciones, desde lo alto. En una de ellas casi queda atrapado. A las 19.23 fotografió el nivel del agua afuera del portal del edificio, ya otras veces lo había visto así y no se preocupó demasiado, pero en menos de 15 minutos el agua había subido más de un metro y los mensajes masivos del sistema ‘es-alert’, mecanismo gubernamental pensado para que las alertas de la AEMET alcancen toda la población residente en las zonas de peligro, empezarían a llegar solo sobre las 20:00. La AEMET emitió el día 29 hasta 5 alertas, empezando por la mañana temprano. Así que Vicente siguió intentando contener el agua pasando frenéticamente la fregona, hasta que vio su motocicleta negra arrastrada por el río, le sacó una foto (la reencontraría unos días más tarde en una calle detrás de la casa) y se miró a sí mismo con en mano la fregona. Pensó ‘que carajo voy a hacer yo con esto’ mientras el agua ya entraba con todo por las ventanas. Cogió unas fotos impresas como recuerdo y abandonó todo lo demás, incluida su gran colección de discos rockeros. Corrió hacia la cocina y al patio interior al que se puede acceder ahora mismo a través de un colchón puesto como puerta y se fugó a través de la canaleta de desagüe hasta la terraza del primer piso donde los vecinos le acogieron. Aún están visibles las marcas del nivel alcanzado por el agua y el barro por encima del ventilador. Cuando le preguntas porqué se quedó tanto tiempo en su apartamento contesta que pensó que iba a ser como otras veces, además aún no había ninguna alerta, y que 13 minutos son muy pocos. Los voluntarios dice que le han dado la vida, le llevan comida y lo que necesite. Por todo los rincones hay agradecimientos a la labor del pueblo que salva al pueblo y voluntarios y residentes también utilizaron la amplia fachada al lado de la entrada del edificio donde vive para pegar sus buenos deseos. Sin nada quitar a estas ayudas admirables que en los primeros días cruciales hicieron lo que nadie más haría, se le sale con un suspiro que a veces siente que es otra cosa lo que necesita, mientras le cuesta controlarse. Siempre ha sido muy rockero: sus discos y CD, algunos firmados y recolectados a lo largo de toda una vida, en pedazos quién sabe dónde. Fotos logró salvar algunas. Pero en realidad tampoco se refiere a esto cuando dice que quizás echa en falta otra cosa.